lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Ocurrente o ingenioso?

Desde hace ya largo tiempo tiende a confundirse a la persona ocurrente con la persona ingeniosa y nada más lejos de la realidad. Incluso se ha llegado a supravalorar a la persona ocurrente como si fuese más inteligente, hasta el punto que las expresiones ocurrentes se valoran ahora mismo como titulares de prensa.
Sin embargo es necesario señalar que la ocurrencia tiene su final en si misma, se agota con su misma expresión. En definitiva, no tiene contenido alguno aparte de la mayor o menor gracia que provoque en los presentes. No tiene nada ni dentro ni después. Pero resulta atractiva para la prensa porque es un titular (vacío pero titular), sobremanera cuando quien la expresa tiene algo de “autoridad”, no en la expresión clásica de “ser autor de algo”, sino en la reciente de poder mandar.
Sin embargo el ingenio es un valor en si mismo y también en su conscuencia,  aunque últimamente no se aplique a quien es su sujeto o autor. Porque en este caso sí debería ser autoridad quien lo tiene y lo expresa por cuanto siempre es origen de algo y su validez trasciende el momento concreto. Pero no implica titulares de prensa y generalmente “la autoridad no suele ser ingeniosa”. El ingenioso es aquel capaz de pensar con claridad y rapidez y únicamente coincide con el ocurrente en la rapidez. Porque no siempre el comentario del ocurrente –a pesar del diccionario de la Lengua- es original y casi nunca –a pesar de su valor sinónimo-, ingenioso..
Por eso mismo últimamente hay tantos ocurrentes y tan pocos ingeniosos, es decir, tantos Pla y tan pocos Quijotes. Nos queda la esperanza de saber que los ocurrentes no pasarán a la historia y los ingeniosos si.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

"No me explico esta desafección a España de vascos y catalanes"


"Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos, cuya gran mayoría desea separarse de la Patria común. Hasta en la noble Navarra existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien organizado, junto con el Tradicionalista que enarbola todavía la vieja bandera de Dios, Patria y Rey.


En la Facultad de Medicina de Barcelona, todos los profesores, menos dos, son catalanes nacionalistas; por donde se explica la emigración de catedráticos y de estudiantes, que no llega hoy, según mis informes, al tercio de los matriculados en años anteriores. Casi todos los maestros dan la enseñanza en catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido Patronato, empeñado en catalanizar a todo trance una institución costeada por el Estado.


A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos hagamos ilusiones. La causa real carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades ideológicas profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales.


¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano! ¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! Ella, despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le echan en cara su centralismo avasallador.

 

No me explico este desafecto a España de Cataluña y Vasconia. Si recordaran la Historia y juzgaran imparcialmente a los castellanos, caerían en la cuenta de que su despego carece de fundamento moral, ni cabe explicarlo por móviles utilitarios. A este respecto, la amnesia de los vizcaitarras es algo incomprensible. Los cacareados Fueros, cuyo fundamento histórico es harto problemático, fueron ratificados por Carlos V en pago de la ayuda que le habían prestado los vizcaínos en Villalar, ¡estrangulando las libertades castellanas! ¡Cuánta ingratitud tendenciosa alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces del vacuo y jactancioso Sabino Arana y del descomedido hermano que lo representa!


La lista interminable de subvenciones generosamente otorgadas a las provincias vascas constituye algo indignante. Las cifras globales son aterradoras. Y todo para congraciarse con una raza (sic) que corresponde a la magnanimidad castellana (los despreciables «maketos») con la más negra ingratitud.
A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por los Estatutos, prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de violencia y desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos de la sensatez catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos envenenados sistemáticamente durante más de tres decenios por la pasión o prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas.


No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios regionales, pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio de la Unidad Nacional. Sean autónomas las regiones, mas sin comprometer la Hacienda del Estado. Sufráguese el costo de los servicios cedidos, sin menoscabo de un excedente razonable para los inexcusables gastos de soberanía.
La sinceridad me obliga a confesar que este movimiento centrífugo es peligroso, más que en sí mismo, en relación con la especial psicología de los pueblos hispanos. Preciso es recordar –así lo proclama toda nuestra Historia– que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra divisa. Nos falta el culto de la Patria Grande. Si España estuviera poblada de franceses e italianos, alemanes o británicos, mis alarmas por el futuro de España se disiparían. Porque estos pueblos sensatos saben sacrificar sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y del provecho común.

 

Santiago Ramón y Cajal

 

¿A que parece escrito hoy? Orgullo siento de poder ofrecer mi espacio de comunicación tanto al texto como al autor

Erasmus


En estos días el tema que prima en los medios de comunicación es la “ida y vuelta” de la decisión del Ministro en relación con la aportación estatal a las becas Erasmus.
Como ocurre habitualmente no se informa de lo que se habla, es decir, de las llamadas becas Erasmus, su reparto, importe, etc, con alguna honrosa excepción, generalmente en las radios que son el medio inmediato que pocos escuchan.
Recordar que las becas Erasmus están destinadas a conseguir un intercambio de alumnos universitarios entre países de la Union Europea. Cada país las reparte como le da la gana. Hay países que prefieren dar ayudas que sean suficientes, a aquellos alumnos cuyas condiciones económicas familiares no les permitirían disfrutar del objeto de las becas. Y hay otros –como el nuestro- que hacen exactamente lo contrario: presumir del número de estudiantes que intercambia buscando un divisor mayor y partiendo del mismo dividendo. Y así la estadística dice que España es el país con mayor número de becarios Erasmus de Europa.
Pero bajando a la realidad pura y dura, observamos que el Gobierno Español da 115 euros mes a cada becario, a los que se suman otros 115 de los que vienen de Europa y además la parte de las CCAA (a través de las Universidades) que suele estar entre los 150 y 250 euros (manteniendo el principio de que “todos los españoles somos iguales, aunque unos más iguales que otros”). En total, cada Erasmus tiene alrededor de 400 euros/mes de beca.
El gasto real de un becario también depende del país en el que esté. Por ej. En Noruega le costaría el alojamiento en Residencia de estudiantes, alrededor de 600 euros. Además necesitaría unos 450 euros para comer, renunciando a comer carne y algún otro producto de lujo, y que menos que 200 euros para sus gastos de desplazamiento, materiales, ocio, etc. En total unos 1250 euros mensuales de los cuales su familia (o él mediante su trabajo –aunque es difícil trabajar y estudiar- aportaría 800 euros mes). La pregunta es ¿Cuántas familias pueden hacer frente a ese gastos?. Facilmente se determina imaginando que quien puede aportar ese dinero posiblemente pudiera aportarlo todo pero habrá muchísimas familias que no puedan aportar ese dinero y quedaría anulada su “igualdad de oportunidades”. No ocurriría eso si tuviesen Beca suficiente (con importante parte de Erasmus) para cubrir los 1250 euros mensuales de gasto.
Pero no, este es un país panderetero donde el discurso parece que está para defender al indigente cuando realmente no es así, porque al indigente o se le da lo que necesita para estar a la altura del otro, o no vale para nada la miseria que se le dé. Sería algo así como poner una tirita a una cornada de 30 cms, o tirarle el corcho de una botella a quien se está ahogando. Puro cinismo. Pero rentable política y mediáticamente. Aunque cada vez me resulta menos respirable el país que día a día nos dejan nuestros políticos, sigo temiendo que algún día tengamos el país que pretenden algunos medios de comunicación…

sábado, 19 de octubre de 2013

Matar al mensajero


Esta expresión es muy habitual en los medios de comunicación en algunas situaciones y pretende eliminar ciertas responsabilidades  desviando la intencionalidad de una noticia.
Cuando surgen problemas en relación con la veracidad o mentira de la noticia, suelen defenderse diciendo que ellos son el soporte pero no el origen y en ultimo caso aluden al secreto profesional o a la libertad de expresión, como si ambas fuesen suficientes para cubrir los efectos de una posible mentira.
En muchísimas ocasiones, determinada mentira utilizando el altavoz de los medios, acaba imponiéndose socialmente hasta el punto que puede dar origen a un hecho que se traslada en el tiempo y durante largos años, quedando, en el peor de los casos, como leyenda. Si a ello unimos la general vagancia de la ciudadanía por buscar la verdad,  o cuando menos poner en cuarentena cosas que el sentido común sugiere, la noticia permanecerá en el tiempo y mas ahora con las nuevas tecnologías.
Así, numerosas mentiras a lo largo de la historia, se tienen por verdades; numerosas fotografías manipuladas, se aceptan como reflejo instantáneo de determinados hechos; incluso determinadas frases o ensayos, se colocan en el haber  de personas que se han hartado de desmentirlo.
Si todo esto y más suele ser culpa del mensajero, ¿debemos ser piadosos con él?. A mi juicio no,  por la sencilla razón de que, de no haber intervenido es muy probable que la mentira o el hecho que se publica sin contrastar, no hubiera alcanzado la notoriedad que tiene.

Soy consciente de que el campo para regular la veracidad de la información es muy resbaladizo pero no puedo admitir que se asuma –en principio- como intocable o inviolable, sencillamente porque puede haber torticeros que abusen de ese limbo para conseguir que no se cumpla lo de que “antes se coge a un mentiroso que a un cojo” o que “la mentira tiene las patas muy cortas”.
Hoy mismo, con los instrumentos que se tienen, los argumentos peliculeros, y las historias sociales, cualquiera, sin ser muy inteligente, puede inventarse una “barrila” con un guión atractivo para la publicidad, llevarlo a un medio de comunicación y a partir de ahí, abrir un abanico que dé para hablar y comer a muchos durante bastante tiempo.  Y tenemos muchos ejemplos presentes.
La expresión jurídica de “colaborador necesario” debería ser aplicada cuando la noticia entra en los juzgados como consecuencia de la denuncia de los afectados (los cuales, aunque la justicia les dé la razón, ya quedan tocados, y no por el hecho, sino por la difusión), siempre que el  medio no demuestre que ha hecho lo imposible para probar la veracidad de lo publicado, habiéndose limitado a recogerlo sin mas.
Alguien dijo en alguna ocasión leyendo una noticia cuyo contenido le tocaba en primera persona y no se parecía absolutamente en nada a la realidad, que, “si de lo que sabemos directamente nos cuentan esto, que no harán con lo que no sabemos”, que es la mayoría de los casos.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Futbol es fútbol VS deporte es deporte

Fútbol es fútbol: ¿Me estás hablando a mí?

Sobre el comportamiento ofensivo de espectadores en un campo de fútbol

06.09.2013 | 19:23
Antonio Rico
 El día después (Canal +) era un buen programa de fútbol y ahora es un aceptable programa de variedades. No quisiera parecerme al abuelo Cebolleta más de la cuenta, pero todos esos larguísimos publirreportajes acerca de un personaje que se dedica a hacer el chorras es la grada del Calderón o del Sánchez Pizjuán me importan tan poco como a Tony Soprano la ética formal de Kant. Estoy harto de juegos de palabras con las declaraciones de los entrenadores (vale, Unay Emery repite muchas veces «propuesta», ¿y qué?) y de juegos de imágenes con el banquillo del Real Madrid (vale, Marcelo es muy gracioso, ¿y qué?). Los resúmenes de los partidos parecen obra de un seguidor del movimiento «Dogma» de Lars Von Trier, la insistencia en pulsar la opinión de los aficionados «de a pie» es grimosa, que un futbolista se toque el pelo cuatrocientas veces en un partido es irrelevante y lo que el ojo no ve es, muchas veces, porque no hace falta que se vea. Sin embargo, en «El día después» del pasado lunes vimos algo que merece la pena comentar.
En el partido Osasuna-Villarreal, tres seguidores de Osasuna (que no del fútbol) se dedicaron a gritar estupideces y golpear todo lo que no se movía cada vez que su equipo recibía un gol. Delante de estos energúmenos, dos apacibles seguidores del Villarreal (y del fútbol) soportaron con paciencia tibetana los insultos de los imbéciles que se agitaban de forma simiesca a sus espaldas y los intentos de uno de ellos, el más paleto, de provocar una pelea imitando (por supuesto, sin saberlo) a Robert De Niro en «Taxi driver»: «¿Me estás hablando a mí?». El acceso a un estadio de fútbol es libre, pero no estaría mal obligar a unos cuantos a pasar un examen de futbolería y de saber estar en la grada. Y si se descubre, gracias a un programa de televisión, que tres descerebrados se pasaron un partido entero golpeando las sillas y molestando a dos seguidores del equipo contrario y de las ideas de Gandhi, se les debería expulsar del fútbol hasta que demostraran haber entendido que este deporte no tiene nada que ver con sus frustraciones, con su pésima educación, con su infinita ignorancia acerca de lo que significa un partido y con la insuperable fealdad de su lenguaje corporal y sus gritos de odio. Seguro que los tres orcos que aparentaban ser aficionados de Osasuna están muy orgullosos de su comportamiento, y presumirán en su reino de Mordor particular de la atención que les prestó un programa tan prestigioso como «El día después». Allá ellos y los amigotes que les ríen las gracias. Pero los futboleros de verdad tenemos que dar un paso al frente y no permitir que el fútbol acabe en manos de los orcos. Si un aficionado del Villarreal no puede sentarse en la grada del El Sadar sin que le insulten y acosen, el fútbol no merece la pena.
Decía Robert L. Stevenson que, si lo deseas, puedes leer a Kant tú solo, pero una broma tienes que compartirla con alguien más. Donde Stevenson dice «broma», nosotros podemos decir «fútbol». Tiene razón Fernando Savater cuando señala que una película de los Hermanos Marx tiene que ser vista en compañía, para así disfrutarla mejor. Y un partido de fútbol, lo mismo. Es mejor poder comentar un chiste de Groucho y una jugada de Messi con alguien más que con nuestro propio mecanismo interior. Pero para eso es necesario que a ese «alguien más» le gusten las películas de los Hermanos Marx y le guste el fútbol. Lo que ocurre es que a los que no les gusta Groucho, ni Chico, ni Harpo ni el resto de los Marx no ven sus películas, mientras que el fútbol está lleno de tipos a los que no les gusta el fútbol, sino la tontería, el insulto, las ganas de llamar la atención haciendo el imbécil, la chulería egocéntrica y el patológico placer de intimidar al otro. El patético exhibicionismo de los tres orcos que se decían osasunistas y su intento neonazi de intimidar a un señor que iba vestido de amarillo son veneno para el fútbol. Imposible disfrutar de un partido de fútbol con unos tipos así a tu lado.
Si no os gusta Groucho, no veáis «Sopa de ganso». Y si no os gusta el fútbol, no vayáis al fútbol. ¿Qué si te estoy hablando a ti? Por supuesto. Te estoy hablando a ti.

Debe ser la primera vez que coincido totalmente con un escrito como éste del diario LNE; por eso lo transcribo integro

miércoles, 21 de agosto de 2013

Tertulias


Es posible que me esté haciendo (o ya lo sea) viejo, porque muchas de las cosas que se presentan como enriquecedoras y nuevas, me parece que realmente no solamente no aportan nada, sino que contribuyen a desprestigiar algo existente.

De un tiempo a esta parte abundan las tertulias en la radio y la tele. Ya le dan el nombre de tertulias para que la gente no se extrañe de lo que se dice y como se dice, como si las tertulias reales,  no fuesen habitualmente de fiar.

En las tertulias espontáneas, las que se producían en las noches de verano frente a las casas, o mas recientemente en distintos lugares (incluso bares), solian tocarse temas de manera desenfadada pero cuando el pesado de turno intentaba ocurrentemente hacerse dueño de la misma, o se finiquitaba la tertulia o se echaba al espabilado. Sin embargo cuando alguien aportaba algo enriqueciendo el tema, centrándolo y poniendo en el aire conocimientos nuevos, argumentos serios, ocurria lo contrario: se iba incorporando gente a la tertulia.

Pues bien, en las actuales tertulias de las ondas es muy extraño que aparezca alguien docto, preparado, que sepa de lo que se está hablando y además aporte algo nuevo. Porque habitualmente, o porque los tertulianos son siempre los mismos, o porque se puede prever lo que van a decir y porque en muchos casos utilizan palabras huecas porque no tienen nada que aportar, las tertulias se hacen infumables. Algunas intentan enriquecerse para no perder “asistentes”,  llevando a tertulianos muy distintos y que se enfrentan en todo (incluso en la hora), pero nunca aportan argumentos o datos ciertos sobre el tema y si lo hacen, en muchos casos se los inventan con coletillas como “recientemente un estudio…” o “acabo de leer que…”.

Es como si fueses a ver un partido y tu consciencia –adormilada-, viese jugadas no existentes, faltas inventadas o goles anulados falsos. A una persona normal le interesa el espectáculo deportivo. Al engullidor de tertulias inevitables solo le interesa el resultado. Aquí nos han llevado: a ser del PP o del PSOE, a ser del Barsa o del Madrid, a ser azul o rojo, a ser fanático de un lado o fanático del otro. Y lo están consiguiendo.

lunes, 5 de agosto de 2013

Publicidad on line


Ya me lo tomo con paciencia y cierta gracia, pero en ocasiones también esta está a punto de agotarse. Uno entiende que todo tiene su valor en dinero y en consecuencia habrá que conseguir éste para hacer cualquier cosa. Pero lo que es inaguantable es el engaño, el juego del gato y elratón y nunca mejor dicho.

Utilizo mucho la prensa digital. Cierto también que diariamente compro un medio de papel, no sé si por nostalgia o por necesidad de tocar algo. Pero lo hago.

Y  navegar por la prensa digital –sobre todo por alguna prensa- es desesperante. De entrada aparecen cientos de ventanas publicitarias para que te tomes cierto tiempo en verlas o cerrarlas. Cundo acudes a los mismos sitios, de manera automática vas cerrando publicidad. Simplemente buscas la X o la expresión Cerrar, pinchas y ¡Oh voilá!. Pero no: pinchas, pinchas, insistes y nada de nada. Hasta que pasan cinco o diez segundos, y se cierra. Algunas no se cierran por mucho que acudas a lo normal y lo paranormal, y otras, pinchando en la X o Cerrar, no te hacen ni caso y además te llevan a donde no querías ir: al contenido de la publicidad.

Cierto que hay algunos momentos (sobre todo en videos) que te dicen Saltar Publicidad y tú tan contento vas y clikeas  y ¡zás¡ no solamente no salta nada sino que te sumerge en una piscina de anuncios, que parece que no se acaba nunca. Al final acudes a reseteo desesperado.

Podría entender todo esto si se tratase de páginas mediocres sin interés general, pero no lo entiendo cuando se trata de prensa nacional o internacional, aparentemente seria que en muchos casos te obliga a tener media pantalla de ordenador ocupada por expresiones o anuncios que no te interesan y que en algunos casos consiguen el efecto contrario al que pretenden.

sábado, 13 de julio de 2013

UNA SEMANA SIN MOIS


Ha pasado una semana. Siete días sin tener a Mois. Los que me conocéis seguro que sabéis quien era Mois pero para los demás diré que Mois (abreviativo de Moisés) era un gato, hermano (creo) de Nano, otro que marchó a otra dimensión bajo las ruedas de un coche, hace un año. Nano era el zalamero a pesar de haberle extraido sus atributos de macho para que –al parecer- no hiciera excursiones. Murió en una excursión de quinientos metros. Mois en aquel momento era más esquivo, menos cariñoso.

Sin embargo, como si se hubiera dado cuenta de la falta de Nano,  Mois, cambió. Cambió lo que puede cambiar un gato, un  individuo cariñoso cuando quiere serlo, zalamero cuando a él le da la gana, jugueton cuando está de buenas… En el fondo, como todos los gatos, lo que le da la gana cuando le da la gana.

Pero acaban teniendo su rutina y Mois empezó a ser más afectuoso después de la marcha de Nano. Por las mañanas temprano venía a dar los buenos días, miagaba para avisar, subia a la cama para que te pusieras boca arriba y se echaba en tu pecho para que le acariciaras la cara, retorciendo la cabeza hasta que prácticamente te pegaba los pelos del hocico en la cara. Estaba como quince minutos haciendo eso, hasta que te pedía que te levantases a echarle el desayuno. Si te encontraba en el baño –haciendo mayores- se subia al colo hasta que lo echabas de allí. Los ratos libres los pasaba echado en el respaldo del tresillo pendiente de que le diéramos la comida a la abuela. En ese momento se sentaba en la mesa, al lado del plato para ver lo que sobraba para él. De cuando en cuando se tumbaba en el suelo y se retorcía para autorrascarse la espalda, pidiendo que tú le rascases la barriga. Cuando cansaba y estaba satisfecho desaparecia para irse a cualquier habitación a dormir o de juerga nocturna para usar lo que Nano no tenía.

Pero un sábado de mañana nos avisaron de que estaba en una cuneta. Fui a buscarlo y lo encontré con la columna y la cadera rotas y la parte de atrás reventada. Le había pasado por encima la rueda de un tractor porque había piedras alrededor y encima de él. Miagaba e intentaba arrastrarse impulsandose con las manos pero no era posible; se dejó acariciar y pedia que le cogieses la cara con las manos. Eso le relajaba. No sé como sienten el dolor los gatos pero parecía que no tenía dolor.

Para ayudarle a marchar le bajamos a la veterinaria y con sosiego se fue. Lo tenemos bajo tierra cerca. Y de eso hace una semana

miércoles, 5 de junio de 2013

Vivir del muerto


La casi totalidad de las negligencias administrativas cuyo responsable es directa o indirectamente el Estado, suelen acabar con una indemnización económica en ocasiones muy importante cuyo importe permite –quizás- vivir holgadamente a los familiares que han sufrido (por razones anímicas y familiares) las consecuencias de la negligencia.

Dejando a un lado el drama producido, y separando aquellos casos en los cuales la consecuencia de la negligencia no es definitiva, habitualmente las victimas y sus familiares suelen apelar a que “no reclaman por el dinero, sino para que no se repita”. Hasta es posible que muchos de los que echan mano de esa frase lo hagan desde el deseo y el sentimiento, pero la frase puede volverse contra ellos.

Tomemos como ejemplo una negligencia médica que finaliza con un fallecimiento. Lógicamente los culpables de la misma deben tener su penitencia y en ocasiones, incluso, separarles definitivamente o transitoriamente de situaciones que puedan volver a provocarla. Pero si lógicamente intentamos aplicar la frase “para que no vuelva a ocurrir”, quizás fuese muy normal que el dinero, en vez de ir a los herederos del fallecido (salvo que la actividad de éste fuese básica para la vida de aquel o aquellos), debería ir al sector y al proceso que finalizó teniendo la negligencia. Me explico. Si el problema se produjo –por ejemplo- como consecuencia de un error médico (actuación inadecuada, insuficiencia de elementos clínicos, etc), habría que contratar a personas que intervinieran previamente en la decisión, aplicar análisis suficientes y adecuados para tener mas elementos de juicio, etc. Pero no, el dinero va a herederos  a los cuales posiblemente en ocasiones, les importaba un rábano el muerto. Con ello lo que se compra es el silencio aunque sería muy conveniente conocer la opinión del que sufrió la negligencia, cuestión que, al menos de momento, no posible.

viernes, 19 de abril de 2013

El lenguaje de los Foros


Según mi criterio, los nuevos usos y abusos del lenguaje en las redes sociales acabarán modificando nuestro idioma en aspectos gramaticales, ortográficos, etc, de manera importantísima en un breve plazo de tiempo

A la amenaza que en otro tiempo venía casi de manera exclusiva de la presencia y penetración de otros idiomas (fundamentalmente el inglés), se le ha sumado un nuevo lenguaje cibernético que hará que acaben desapareciendo muchas expresiones (preposiciones, por ejm.) o cambiándose por signos de otros lenguajes (matemático, por ejmp).

Si ésto no fuese suficiente para la preocupación, parece todavía más preocupante  el lenguaje para expresar sentimientos (generalmente de odio) que se utiliza de manera habitual en los foros sociales; indudablemente en muchos casos, amparándose en el anonimato o cuando menos en la no presencia física, la cual, cuando menos, evitaría en parte (por miedo a la reacción) la utilización de esos epítetos..

El contenido del párrafo precedente podría ser objeto de corrección si, por parte de alguien y mediante acuerdo mayoritario, las aplicaciones a utilizar no permitiesen la presencia de determinados epítetos que son precisamente los que suelen cargar de basura los foros a que me refería. Así sus autores se verían obligados a buscar sinónimos (con lo cual estarían formándose y enriqueciendo su vocabulario) que no llevasen la carga violenta que algunos términos generan.

Entiendo que el acuerdo sería difícil y siempre habría alguien dispuesto a no participar en él o a violarlo, al igual que ocurre en los videojuegos, pero la sociedad , aunque a veces parezca lo contrario, es inteligente y al final no solamente entendería la medida sino que la apoyaría.

Las referencias que se twitean con respecto a personajes públicos, los deseos con alto tenor animal que se manifiestan, o los insultos y palabrotas que se recogen en muchas ocasiones sin venir a cuento, refrendan lo que pretendo explicar. No tienen más que entrar en foros deportivos, generalistas, políticos… En los otros foros (los de información, preguntas, técnicos, etc) el problema es de utilización de lenguaje y en éste la solución es mucho más difícil y, creo, acabarán dando un giro espectacular al idioma en las próximas décadas.

martes, 9 de abril de 2013

Tertulias


Mi situación personal actual, me permite dedicar el tiempo a lo que me da la gana. Nuestro expresidente Zapatero lo dedica a contar nubes. Yo he probado y realmente es entretenido pero a base de hacerlo un dia y otro, acaba aburriendo porque hay algunos días –pocos-sin nubes.
Por eso lo ocupo últimamente con las tertulias de la tele. He visto en las encuestas del CIS que la gente da credibilidad a la tele, en primer lugar; luego a la radio, etc, etc.  Realmente no sé como diferencian porque todos hablan de lo mismo y sin embargo, en la tele, se les ve la cara a los opinadores. Con un mínimo de observación de lenguaje corporal, y otro poco de oído, uno enseguida se da cuenta de que la mayoría de los tertulianos no tienen ni idea de lo que hablan. Y por eso se permiten hablar de todo expresando los mismos mantras al margen del medio en el que se expresen.
Si algo no tienen las tertulias televisivas –a mi juicio- es rigor y en consecuencia tampoco credibilidad. Ocurre que en este país somos muy aficionados a colocarnos (o a que nos coloquen) en determinado bando. Así, si no eres del Madrid, eres del Barça; si no eres del País, eres del Mundo; si no eres del Psoe eres del PP, si no eres del norte, eres del sur, y así sucesivamente. Por eso en las tertulias televisivas están un grupo de tertulianos que siempre son los mismos. Y por eso ya se sabe lo que van a decir en la tertulia: generalmente lo mismo que dijeron en la otra.
Han sido capaces de cambiar el nombre de lo que antes eran Debates, por el de Tertulia. Ya solo falta que lo hagan en el bar (algunos tienen bebida y comida) para que realmente sea una tertulia de chigre como decimos en Asturias. Y en una tertulia de chigre se dicen muchas cosas, sabiendo o no sabiendo, opinando a la ligera o callando… Al fin y al cabo no se trata de crear opinión, sino de pasar el rato.
Pero en la tele es otra cosa. Se crea opinión. Y si se miente en los datos hay muchos espectadores que los repetirán fundándose en que “lo dijo la tele”. Y como decía aquel escritor, “me he dado cuenta de cómo mienten los periódicos porque han hablado de cosas que conozco muy en primera persona. ¿Qué no harán con lo que desconozco?
Entre los tertulianos (no los considero en general periodistas) hay algunos que aportan datos para respaldar su criterio; otros que repiten como cacatúas lo mismo que han dicho como opiniones y utilizan habitualmente el “según mi criterio”, otros que hacen de ambientadores, es decir, no aportan más que una ocurrencia para tapar “el olor”, el cual vuelve enseguida.
Pero si algo me preocupa de las tertulias actuales, además de su general falta de rigor, es el como calan en alguna gente, en esa gente moldeable del “corta y pega” que no se preocupa por elaborar su propio criterio (con fundamento como diría el cocinero), sino que le resulta más fácil el copieteo. Por eso cuando le pides datos de su opinión no saben qué decirte mas que aquello de “lo dijeron en la tele” o “lo pone el periódico”. Este es precisamente el camino del adoctrinamiento… y por él caminamos.

viernes, 5 de abril de 2013

Hipotecas y deshaucios


El último año en base a situaciones muy desgraciadas de mucha gente, ambos conceptos han sido mezclados de tal manera que la mayoría de la gente no distingue entre uno y otro.
Si al hecho se le suma la iniciativa legislativa popular –a la que me he sumado- y los escraches protagonizados por la Plataforma Antideshaucios, unido todo ello a las vinculaciones extrañas de su cara más visible y a declaraciones poco afortunadas de sus dirigentes (¿), la confusión todavía es mayor.
A mi me gustaría que en los actos públicos que provocan cuando intentan paralizar un deshaucio, nos diesen un resumen de los hechos de aquello por lo que protestan porque dan la impresión de que todos los deshaucios son motivados por impago de hipotecas, y este impago en todos los casos está provocado por una situación económica al borde del abismo. Y es que no siempre es así aunque quizás sea cierto en aquellos casos más mediáticos que presentan en los medios y en concreto en la televisión.
Me gustaría que también estuviesen organizados aquellos propietarios de clase media que llevan años intentando deshauciar a arrendatarios sin conseguirlo por la lentitud de la justicia y que cuando lo consiguen encuentran su piso en una situación de destrozo generalizado sin que esté en su mano ninguna opción de reclamación sobre los culpables.
 
Conozco casos en los cuales hay arrendatarios de pisos a los cuales hay que llevar al juzgado por impago –y pueden hacerlo- al menos una vez al año. Y cuando el juez les da el ultimátum, pagan todo lo que deben y a partir de ese momento vuelven a dejar de pagar. Un caso de un amigo va ya por la tercera vez que realiza la misma operación y al parecer, para seguir.
Y esos también son deshaucios. Y no por impago de  una hipoteca de un banco en la cual han engañado el receptor de la hipoteca. Por eso tengo mis dudas no tanto en los miembros de la Plataforma sino en sus voceros, en sus representantes. Cuando acabe esta protesta empezará otra sobre otro tema –legítimo- y a buen seguro que los voceros de la Plataforma encontrarán su sitio en un partido político, cuya culpa también ha sido importante en el problema actual porque éste no es de hace un año. La única diferencia está en que ahora hay otro partido en el gobierno y la veda y la libertad, está más abierta que nunca.
Y acabo de ver en un programa de TV como un portavoz de la plataforma, utilizando la estrategia habitual de los tertulianos actuales, no solamente no ha escuchado los argumentos de sus compañeros de plató sino que no ha parado de hablar de manera impertinente utilizando ese lenguaje que tanto gusta y que sería totalmente desarmable si, al menos, estuviese callado dos minutos para escuchar otras opiniones. Hasta tal punto ha estado impertinente (valor en alza últimamente) que ha hecho llorar a una compañera al explotar su indefensión sencillamente porque no le permitia hablar.

lunes, 18 de febrero de 2013

Un país sin modelo


Hay quien dice que no es la primera vez en la historia que España pasa por una fase tan deplorable. Incluso señalan que la anterior apenas tiene 20 años y coincidió con los últimos momentos del  felipismo. Tambien otros señalan que de épocas similares salieron otras muy productivas en todos los órdenes. Pero lo cierto es que a uno se le hace infumable lo que está viviendo nuestro país, y ello pese –al parecer- a haberlo vivido ya en función de su edad.

Alguien dijo también en otra ocasión que es preferible tener un modelo aunque sea equivocado, que no tenerlo.

Lo cierto es que en los últimos veinte años nos fueron retirando elementos de contraste e incluso valores (al parecer erróneos), sin ocupar ese espacio con nada, con un relativismo que embalsamaba lo existente para cuestionarlo absolutamente todo sin llegar nunca a elaborar nada.

Cojamos el ámbito que cojamos, podemos aplicarle la teoría de los últimos decenios: ¿Dónde pone que eso debe ser así?. Si hablamos del acceso al trabajo y se nos ocurre decir que son afortunados los que hoy lo tienen, rápidamente vienen los filósofos de la nada (que tienen trabajo) y nos dicen que ellos no son afortunados porque lo suyo es un derecho.

Lo que debería ser anecdótico se convierte en norma. Recuerdo cuando hace alrededor de dos años, uno de esos absurdos movimientos sociales amparados en el zapaterismo laizante de la época, se dedicaba a buscar formas para practicar la apostasía de la iglesia católica. Sí, solo de la católica. Incluso daban instrucciones y regalaban impresos para la solicitud on line. Recordando eso, me extraña que no exista el derecho de apostasar (¿se dice así?) de un país; es decir, acudir al registro civil para darse de baja definitiva o transitoria.

Porque uno tiene cientos de motivos para borrarse y no solo apearse como se hacía en el 68. Desde la mofetación de la vida política, pasando por el asco de la económica y sin abandonar el descrédito de la cultural y educativa. Lo que hace veinte años se remitía a roldanadas, veradas, acaixadas, guerradas, naseiradas, etc.. ahora es epidémico. Ha contagiado incluso a los medios de comunicación de masas donde se ha instalado también el vocinglerio, la mediocridad, cuando no el aburramiento. Exprimen la leyenda casi real de las dos Españas llevándola al máximo. Cada grupo representa a una de las Españas y el contenido suele ser el alimento.

Un país donde las tertulias se hacen para ver quien grita más, quien interrumpe mas, quien aportando menos tiene más gracia; donde sea cual sea el objeto a tratar lo importante es el envoltorio, la imagen, la estética… Están en candelero programas que viven de la ocurrencia a base de destripar cosas que han hecho otros, manipulando palabras e imágenes como utilización carroñera –dios sabe con qué interés-, siempre utilizando los mismos mimbres. Y curiosamente este tipo de programas tiene multitud de seguidores jóvenes.

Y de las redes sociales ¿qué me dicen?. Un invento impresionante –quizás el mayor de los últimos siglos- que va camino de abonar (en el sentido de abono  no orgánico) todo lo que antes señalaba. Hay un montón de chats que viven del insulto, el racismo.  Hacen que la gente se gaste trescientos euros en un artilugio de NNTT y luego ochenta al mes para utilizarlo, y esa misma gente se queja de que les hayan subido las tasas universitarias, el autobús público, el iva de los conciertos… Hipocresía total. Y asi estamos…

 

jueves, 17 de enero de 2013

Sexo e idioma

Alguien dijo que, cuando un hombre pierda la capacidad de sorprenderse, lo habrá perdido todo. Pues bien, yo todavía sigo en la línea de sorprenderme, pero no sé bien si mantengo esa capacidad por mi condición humana o porque soy incapaz de asumir muchísimas de las gilipolleces que un dia tras otro veo en la prensa escrita.
La ultima viene reflejada por una encuesta (como no) según la cual el 38% de los españoles estarían dispuestos a prescindir del sexo durante un año si la consecuencia de dicho “sacrificio” fuese hablar inglés. No me digan que no tiene miga la relación entre ambas cuestiones.
Lo que no dice la encuesta es si los momentos de no-sexo deberían corresponderse con momentos de estudio del idioma. O si –y es lo que me imagino- los encuestados se referían a que, después de un año sin probar el sexo, uno se despertaría hablando la lengua de Shakespeare. De no ser así, deberían realizar dos esfuerzos: uno de voluntad flagelada para evitar la tentación y el otro de voluntad de aprendizaje. Y está claro que los encuestados no estaban dispuestos a tanto.
La encuesta tampoco dice donde habría que apuntarse para conseguir ambas cosas. Para la primera de ellas está claro el lugar: isla desierta de muy poca extensión donde estuviera uno solo, porque de estar acompañado –de lo que fuese- la tentación estaría presente. Y en la isa suficiente material para el curso de idiomas por correspondencia, cuidando que dicho material no tuviese, ni por activa ni por pasiva, texto o imagen que pudiese provocar el abandono de la castidad.
Indudablemente una ocurrencia o una gilipollez permite seguir hasta el infinito, elaborando otra y otra, aunque no lleguemos a ninguna parte. Y este es el caso. Unido, eso sí, a la incomprensible necesidad  que tienen algunos periodistas de decir algo, aunque no aporte absolutamente nada.