lunes, 18 de febrero de 2013

Un país sin modelo


Hay quien dice que no es la primera vez en la historia que España pasa por una fase tan deplorable. Incluso señalan que la anterior apenas tiene 20 años y coincidió con los últimos momentos del  felipismo. Tambien otros señalan que de épocas similares salieron otras muy productivas en todos los órdenes. Pero lo cierto es que a uno se le hace infumable lo que está viviendo nuestro país, y ello pese –al parecer- a haberlo vivido ya en función de su edad.

Alguien dijo también en otra ocasión que es preferible tener un modelo aunque sea equivocado, que no tenerlo.

Lo cierto es que en los últimos veinte años nos fueron retirando elementos de contraste e incluso valores (al parecer erróneos), sin ocupar ese espacio con nada, con un relativismo que embalsamaba lo existente para cuestionarlo absolutamente todo sin llegar nunca a elaborar nada.

Cojamos el ámbito que cojamos, podemos aplicarle la teoría de los últimos decenios: ¿Dónde pone que eso debe ser así?. Si hablamos del acceso al trabajo y se nos ocurre decir que son afortunados los que hoy lo tienen, rápidamente vienen los filósofos de la nada (que tienen trabajo) y nos dicen que ellos no son afortunados porque lo suyo es un derecho.

Lo que debería ser anecdótico se convierte en norma. Recuerdo cuando hace alrededor de dos años, uno de esos absurdos movimientos sociales amparados en el zapaterismo laizante de la época, se dedicaba a buscar formas para practicar la apostasía de la iglesia católica. Sí, solo de la católica. Incluso daban instrucciones y regalaban impresos para la solicitud on line. Recordando eso, me extraña que no exista el derecho de apostasar (¿se dice así?) de un país; es decir, acudir al registro civil para darse de baja definitiva o transitoria.

Porque uno tiene cientos de motivos para borrarse y no solo apearse como se hacía en el 68. Desde la mofetación de la vida política, pasando por el asco de la económica y sin abandonar el descrédito de la cultural y educativa. Lo que hace veinte años se remitía a roldanadas, veradas, acaixadas, guerradas, naseiradas, etc.. ahora es epidémico. Ha contagiado incluso a los medios de comunicación de masas donde se ha instalado también el vocinglerio, la mediocridad, cuando no el aburramiento. Exprimen la leyenda casi real de las dos Españas llevándola al máximo. Cada grupo representa a una de las Españas y el contenido suele ser el alimento.

Un país donde las tertulias se hacen para ver quien grita más, quien interrumpe mas, quien aportando menos tiene más gracia; donde sea cual sea el objeto a tratar lo importante es el envoltorio, la imagen, la estética… Están en candelero programas que viven de la ocurrencia a base de destripar cosas que han hecho otros, manipulando palabras e imágenes como utilización carroñera –dios sabe con qué interés-, siempre utilizando los mismos mimbres. Y curiosamente este tipo de programas tiene multitud de seguidores jóvenes.

Y de las redes sociales ¿qué me dicen?. Un invento impresionante –quizás el mayor de los últimos siglos- que va camino de abonar (en el sentido de abono  no orgánico) todo lo que antes señalaba. Hay un montón de chats que viven del insulto, el racismo.  Hacen que la gente se gaste trescientos euros en un artilugio de NNTT y luego ochenta al mes para utilizarlo, y esa misma gente se queja de que les hayan subido las tasas universitarias, el autobús público, el iva de los conciertos… Hipocresía total. Y asi estamos…

 

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