miércoles, 24 de octubre de 2012

Barullo


Acabo de leer unas declaraciones de Gustavo Bueno en las que le preguntaban sobre su valoración de las elecciones vascas y gallegas y venía a decirle al periodista que siguiendo a Pitágoras, prefería el silencio a la vista de que lo que iba a aportar no lo mejoraría.
Y me vino al recuerdo aquellas clases en Gijón, en la antigua escuela de Peritos, cuando iniciaba su andadura la Facultad de Psicología y él daba clases. Lo de dar clases era algo teórico porque en aquel corto espacio del aula, donde en el estrado a su alrededor se situaban –en el suelo- sus seguidores y seguidoras, los que llegábamos un poco antes de la hora ya teníamos que quedarnos en el pasillo. Y no para escuchar el tema del día, sino para escuchar una perorata política que era lo que realmente nos atraía. Después de la diatriba y soflama correspondiente (vivía, por poco tiempo ya, Franco), sonaba el timbre de finalización de la hora y nos pedía que esperásemos diez minutos durante los cuales, ahora sí, daba una clase excelente y breve.
El cambio que ha dado aquel Gustavo que se lió a golpes en un plató de TV con otro de cuyo nombre no me acuerdo (lo cual da idea de sus aportaciones científicas), ha sido memorable pero, a mi juicio, consecuente.
Sin embargo no era mi intención hablar de Bueno. Sería una temeridad por mi parte. La intención es hablar del barullo que él declara y yo confirmo, que existe en la sociedad actual cuando habla de cualquier cosa. Y como de lo que más se habla (aunque les pese a los futboleros) es de política, el barullo al que se refiere Bueno se convierte en ruido permanente. Y la sociedad se conforma con el barullo y el ruido, porque los que hablan nunca dan argumento. Bueno dice que no lo hacen porque todo es inmediato y no tienen tiempo de argumentar. Ahí no estoy de acuerdo con él. Aún siendo cierto que el tiempo es escaso, el que tiene argumentos y didáctica para exponerlos, seguro que lo hace suficiente. Yo creo que los que hablan, generalmente no tienen argumentos. Y tan es así que los políticos –y Bueno debe saberlo- reparten “argumentarios”  entre sus representantes para que todos digan lo mismo: generalmente ocurrencias pero no argumentos.
Y la sociedad aborregada (¡cómo echo de menos aquella década de los 70¡), entra al trapo y no solamente acepta, sino que repite, las mismas frases, e incluso las mismas palabras. El reflejo más claro son las tertulias de los medios y sus tertulianos. Hablan de conceptos sin conocerlos pero dando la sensación de que los dominan. Nadie les pide que argumenten y si alguno lo hace, siempre dicen aquello de “el tiempo en la radio, en tv, etc, no permite ir mas allá”. Y así nos va.
Cuando alguien intenta dar argumentos se le tacha de pesado. No se le quiere escuchar.
Lleven esta reflexión a los temas actuales (Artur Mas, Déficit público, crisis financiera…) y verán que es cierto. Nadie lo explica porque  no hay tiempo. O al menos eso dicen…

miércoles, 10 de octubre de 2012

La Democracia está por encima de las leyes


La frase del título la pronunció –al parecer- el Sr. Mas para intentar justificar su propuesta ilegal de referéndum. Y la utilizan otros poíticos (Sr. Tardá entre ellos) cuando se les señala la ilegalidad de la posible convocatoria del plebiscito.


Esta es una de esas frases que inventan los políticos a menudo, utilizando torticeramente el lenguaje y la semántica, para convencer a los suyos de sus ideas y –sobre todo- de ser víctimas de acciones ajenas. Así surge la frase.

Curiosamente, ni lingüistas ni periodistas dan importancia alguna a este tipo de expresiones y se limitan a recogerlas sin más. No sé realmente si es por su incapacidad cultural o porque les interesa la frase para elaborar, en torno a lo que pretende explicar, un texto una y otra vez, que les permita seguir cobrando por su trabajo.

Los clásicos acabarían con la frase simplemente diciendo que, por encima de la ley no hay nada. Si acaso, en regímenes totalitarios e imperialistas, estaría el caudillo que, como iluminado que es, no solamente era el origen de la ley, sino que estaba por encima de ella.

Pero en un país libre no hay nada por encima de la ley, porque ésta emana precisamente  de una decisión colectiva y soberana y si alguien estuviera por encima lo haría por la fuerza, es decir, violando la democracia.

Pues claro que la ley tiene fuentes en su contenido. Y esas fuentes son los derechos humanos y sociales. Fuentes que impregnan la ley para que ésta pueda protegerlas.

Si admitiésemos que la “democracia” está por encima de la ley, estaríamos reconociendo que las leyes no son democráticas y entonces la frase ya no tendría el sentido que pretenden darle.

Cuando las leyes no son democráticas (en su contenido y en su elaboración), no estamos hablando de un país libre, sino de un país oprimido.

Y es precisamente la reiteración de sandeces procedentes de expresiones de políticos mediocres (la mayoría), la que crispa a los ciudadanos críticos y enerva a los que además de críticos tienen sensibilidad. Porque esas expresiones –y otras acciones- son las que consiguen que –para desgracia de los países y sus ciudadanos de bien- cada vez los políticos sean más mediocres , mas incultos y más interesados, y por el contrario los ciudadanos les den la espalda, aunque esta postura acabe perjudicándoles a ellos y no a los políticos.
PD. La relación entre la imagen y el contenido queda a la percepcion de cada uno