martes, 17 de agosto de 2010

Embobados

Dia sí y dia también, desayunamos con declaraciones de los hombres públicos (no me entiendan mal) que, si bien en ocasiones provocan hilaridad, la mayoría de las veces tienen tal nivel de estupidez que lo que provocan es indignación al ver cómo en general, nos consideran imbéciles.


Y, sin dudar de que a veces puedan razón (somos imbéciles), cierto es que , a fuerza de analizarlas (aunque algunas resulte difícil), uno llega a la conclusión de que realmente somos imbéciles: imbéciles por haber elegido a un montón de representantes sin ningún bagaje detrás; de seguir fanáticamente a algunos voceros político-deportivos que repiten siempre las mismas cosas; de leer a iluminados recordándonos que los días tienen 24 horas; de escuchar expresiones difíciles de contrastar y que se dan como verdades sin sentido y se aceptan como tales, etc. etc.

Así un día, un ministro que habla muy bien (hablar muy bien en política es hacerlo de manera bonita sin decir nada) nos recuerda que tenemos que admirar a un político porque renunció a ser ministro a cambio de seguir en su tierra. O nos recuerda que la policía detiene a delincuentes, que los conductores son a veces inconscientes, o que las embarazadas pueden tener uno o más hijos…. Todo ello en el mejor de los casos, echando mano de lo evidente.

Pero a veces no se conforman con decir evidencias que deberían ser normales, es decir, no tener que recordarlas. A veces, buscando el titular, nos ofrecen verdaderas joyas. Por ejemplo la que ofreció recientemente el ministro de Fomento: “las infraestructuras en Asturias se terminarán. No sé cuanto costarán, ni si las pagaremos, ni tampoco cuando acabarán, pero me comprometo a que se terminen”. No es literal pero más o menos. Ofreció un acto de voluntad sin decir ni el cómo, ni el cuando. Consiguió que, para los que analizamos las expresiones, por fin comprobásemos como se nos ofrece humo, o en otros casos, se nos miente sin sonrojo. Esto que no debería ser noticia, lo es porque siempre hay gente que lo hace suyo e incluso como una cacatúa, lo repite. Igual que un pensionista que me aseguró que, aunque cobraba menos que el año pasado, no le habían bajado la pensión: le habían subido la retención. Y lo peor es que estaba convencido de que, pese a cobrar menos, no le habían bajado la pensión. Claro que tampoco discutía que se la habían subido…

Llega a tal punto el embobamiento colectivo que un buen dia deciden parar las obras para ahorrar porque vamos a la bancarrota. La gente se resigna, ni se cabrea. Como mucho unos dicen que están paradas y otros que no. Así, a los siete días, deciden que vuelve a haber dinero para recomenzar las obras. La gente tira voladores. Se alegra. Da las gracias… ¿somos o no somos bobos?

Vistas estas experiencias, ¿no es cierto que ejercemos de bobos casi habitualmente? No de bobos solemnes, sí de bobos simples.