sábado, 19 de octubre de 2013

Matar al mensajero


Esta expresión es muy habitual en los medios de comunicación en algunas situaciones y pretende eliminar ciertas responsabilidades  desviando la intencionalidad de una noticia.
Cuando surgen problemas en relación con la veracidad o mentira de la noticia, suelen defenderse diciendo que ellos son el soporte pero no el origen y en ultimo caso aluden al secreto profesional o a la libertad de expresión, como si ambas fuesen suficientes para cubrir los efectos de una posible mentira.
En muchísimas ocasiones, determinada mentira utilizando el altavoz de los medios, acaba imponiéndose socialmente hasta el punto que puede dar origen a un hecho que se traslada en el tiempo y durante largos años, quedando, en el peor de los casos, como leyenda. Si a ello unimos la general vagancia de la ciudadanía por buscar la verdad,  o cuando menos poner en cuarentena cosas que el sentido común sugiere, la noticia permanecerá en el tiempo y mas ahora con las nuevas tecnologías.
Así, numerosas mentiras a lo largo de la historia, se tienen por verdades; numerosas fotografías manipuladas, se aceptan como reflejo instantáneo de determinados hechos; incluso determinadas frases o ensayos, se colocan en el haber  de personas que se han hartado de desmentirlo.
Si todo esto y más suele ser culpa del mensajero, ¿debemos ser piadosos con él?. A mi juicio no,  por la sencilla razón de que, de no haber intervenido es muy probable que la mentira o el hecho que se publica sin contrastar, no hubiera alcanzado la notoriedad que tiene.

Soy consciente de que el campo para regular la veracidad de la información es muy resbaladizo pero no puedo admitir que se asuma –en principio- como intocable o inviolable, sencillamente porque puede haber torticeros que abusen de ese limbo para conseguir que no se cumpla lo de que “antes se coge a un mentiroso que a un cojo” o que “la mentira tiene las patas muy cortas”.
Hoy mismo, con los instrumentos que se tienen, los argumentos peliculeros, y las historias sociales, cualquiera, sin ser muy inteligente, puede inventarse una “barrila” con un guión atractivo para la publicidad, llevarlo a un medio de comunicación y a partir de ahí, abrir un abanico que dé para hablar y comer a muchos durante bastante tiempo.  Y tenemos muchos ejemplos presentes.
La expresión jurídica de “colaborador necesario” debería ser aplicada cuando la noticia entra en los juzgados como consecuencia de la denuncia de los afectados (los cuales, aunque la justicia les dé la razón, ya quedan tocados, y no por el hecho, sino por la difusión), siempre que el  medio no demuestre que ha hecho lo imposible para probar la veracidad de lo publicado, habiéndose limitado a recogerlo sin mas.
Alguien dijo en alguna ocasión leyendo una noticia cuyo contenido le tocaba en primera persona y no se parecía absolutamente en nada a la realidad, que, “si de lo que sabemos directamente nos cuentan esto, que no harán con lo que no sabemos”, que es la mayoría de los casos.