martes, 26 de julio de 2022

SIGLO XXI: el Siglo de las mentiras (reales y virtuales)



No sé muy bien si serán los 74 mayos que tengo o la cantidad de recuerdos que suponen pero, entre otras cosas, me preocupa de manera sobresaliente la mentira, sea ésta individual, grupal o colectiva. Y sobremanera me preocupa la inexistente respuesta que implica, cuando menos, que esa mentira quede en el aire aunque no se le haga caso.


El ejemplo más claro está en las redes sociales. Y ya no porque los usuarios tiren de la mentira en forma de texto o imagen y se queden tan anchos. Son las propias redes las que las generan dándote la sensación de que eres tú el que controla. Para ello utilizan términos como personalización. Me explico. En Facebook tienes una serie de amigos con los que crees contactas y sabes de ellos. Pero no es así. Facebook te los selecciona y al 95% ni los ves, ni sabes si siguen ahí… Sabes algo de ellos cuando el Feisbú te avisa de su cumpleaños. Por cada información de un amigo, te meten montón publicidad y otras informaciones que no has solicitado. Dicen que te dan la opción de bloqueo. Y te lo crees. Vas y bloqueas algunas páginas y a los 10 minutos vuelves a verlas. En páginas que algún amigo sube a tu muro y que no tienes el mínimo interés en ellas, no puedes elegir bloquearlas salvo que bloquees al amigo.

Así, cuando entras en tu muro de mañana, te pasas media hora ocultando cosas que no te interesan en absoluto o las rechazas para que los amigos no las vean en tu muro. Si quieres saber algo de un amigo debes pinchar en su muro y observar sus últimas entradas. Si deseas prescindir de la información de algún diario digital lo vas a ver al rato de haberlo bloqueado. Incluso en resúmenes de noticias como el News de Microsoft no puedes elegir desacuerdo con las noticias ni tampoco prescindir de algunas. No te lo permite la página. La única manera es prescindir de las notificaciones con lo cual tampoco ves aquello que quieres.

¿Y qué decir de lo que subes a tu muro? El 80% de TU contenido, no aparece cuando tus amigos entran en tu muro. No está. Posiblemente algo lo vean tres o cuatro días después y no todos tus amigos. Solo alguno. Y no te digo nada si lo que recoges es algún artículo de opinión… Entonces solo lo ves tú si entras en tu perfil, pero tampoco lo ves en tu muro. Y nosotros, ¡a tragar! Esta es la libertad vigilada que nos venden

Y todo ello provoca resignación. Cuando te convences que no está en tu mano la elección, te resignas y esa resignación acabas llevándola a cosas importantes que afectan en diferente grado a tu vida

domingo, 10 de julio de 2022

¿Orgullo?

 

Si acudimos a la RAE o a entidades similares para que nos definan la palabra ORGULLO, se dan una serie de calificativos coincidentes que van desde ARROGANCIA hasta VANIDAD aunque también recogen como acepción que ambas palabras pueden DISIMULARSE cuando se refieren a causas nobles.


Y es precisamente esa ambivalencia la que hace que la existencia de esa VIRTUD-PECADO sea altamente manipulable tanto por la o las personas que lo cacarean como por aquellos otros que apoyan en su existencia INDETERMINADA, unas intenciones soberbias o utilizables social y políticamente.

Como todo, únicamente un espacio crítico y argumentado puede clarificar el valor lingüístico, político, social, cultural que quiera utilizarse. Si una determinada orientación sexual (y en ocasiones visual) usa el sustantivo acompañado de otro adjetivado, puede entenderse que hay una apropiación de algo y que los no adjetivados renunciamos a estar orgullosos.

Y para mí está sobradamente claro que hay una intención (quizás no suficientemente prevista) de arrancar la palabra al conjunto social. Simplemente porque el “otro” orgullo no se muestra y no se pregona ni festivalea.

Creo que no soy homófobo aunque éste es un título que generalmente no se autopregona. Son otros los que lo otorgan y además de manera incuestionable. Es lo que se acepta como sentencia social o política expresiva correcta. Generalmente lo hacen aquellos que se autodefinen como vigilantes de la moral pública. Los superiores morales (termino que nunca aceptarán públicamente) que sabemos que están aunque no se vean.