lunes, 16 de marzo de 2009

Credibilidad

Está claro que, en los últimos tiempos, el concepto de credibilidad está de capa caída. En muchos casos porque se disfraza la verdad con lenguaje ad hoc y en otros porque, cuando a uno le toca la noticia de cerca, constata su mentira clara. Ocurre sin embargo, que no siempre toca la noticia de cerca a nivel personal, y además, el sectarismo imperante en la sociedad española actual, hace que uno haga suyas determinadas mentiras –incluso sabiéndolo- para transformarlas con el apoyo imprescindible de los medios afines, en verdades utilizables.
Sin embargo, está claro que las cosas son ciertas o inciertas. No pueden ser ambas cosas a la vez según el principio de contradicción, ese principio que, desde hace aproximadamente cinco años viene negándose de manera reiterada por lo “políticamente correcto” y en casos que no es necesario recordar, nos planteaban como válida una cosa y su contraria.
Pero lo cierto es que la falta de credibilidad -hecho que hasta hace un lustro afectaba únicamente a los políticos- se ha extendido a los medios de comunicación, Y donde más se aprecia es en los escritos, porque los audiovisuales –salvo algún puritano-, son imposibles de guardar, incluso los de internet que hacen aparecer y desaparecer las noticias de sus hemerotecas. Sin embargo, los escritos perduran, sobre todo si uno se dedica a archivarlos.
Por ejemplo, ahora se vende mucho la interactividad con algunos medios, sobre todo de internet. La interactividad en ocasiones se limita a emitir un comentario sobre una noticia. Según el medio, la tendencia de los comentarios sobre la noticia, prácticamente puede intuirse, de manera que, generalmente, o bien tu opinión va en esa línea o, sencillamente no aparecerá publicada. Hagan la prueba y verán .
Desde hace unos meses vienen apareciendo distintas noticias con distinto grado de corruptelas algunas de las cuales, de ser ciertas, manifiestan la “elementabilidad” de los cerebros de quienes son protagonistas, y en ocasiones también, de quienes subrepticiamente se hacen olvidadizos para que las mismas lleguen a algún medio de comunicación. Asumiendo que la capacidad de nuestros políticos es cada vez menor (dicen que los realmente preparados no quieren enfangarse), en ocasiones resulta hilarante analizar hechos de corrupción (supuesta) con dos dedos de frente sin destornillarse de risa. Ejemplo: me han regalado un traje para que les entregue un contrato que vestiría con trajes a toda la población de Extremadura. Pues bueno. Pero imaginemos por un momento que la noticia es inventada (lo cual no es extraño). Puede serlo porque el periodista tiene el amparo de la libertad de expresión y además “secreto de confesión”. Hasta ahora se creía que lo que decía la prensa, “iba a misa”. Incluso lo que decía aquella prensa que no va a misa. Ahora en muchos casos se duda, y lo que puede llegar a ser peor: no se cree nada. Los últimos años dan ejemplos innumerables para observar que lo que se dijo, era sencillamente mentira. Pero no ha pasado nada, porque los medios, en uso –torticero- de derechos, están vacunados. Son intocables como lo es algún juez.(Nota.- Si han llegado aquí leyendo es que el medio que publica esta carta está de penitencia, porque en alguna ocasión he remitido escritos similares, y no se han publicado.)
Visto lo visto, si tampoco nuestros medios de información (y opinión) habituales son totalmente creíbles, si alguno de sus trabajadores se inventa algo vendible y queda con coraza ante eventuales responsabilidades que se le podrían exigir si no fuese trabajador de los mismos; si al cabo del tiempo, la noticia (generalmente olvidada por todos excepto por aquellos a quienes se ha dañado) se demuestra que había sido falsa en todo o en parte, y a lo máximo que puede aspirarse es a una corrección que aparecerá en páginas generalmente no visionadas, pues apaga y vámonos. Sin embargo, ni podemos apagar porque otro encendería otra, ni podemos marchar, porque de hacerlo quedarían únicamente los medios de comunicación y sus trabajadores. Y no todos.