jueves, 17 de enero de 2013

Sexo e idioma

Alguien dijo que, cuando un hombre pierda la capacidad de sorprenderse, lo habrá perdido todo. Pues bien, yo todavía sigo en la línea de sorprenderme, pero no sé bien si mantengo esa capacidad por mi condición humana o porque soy incapaz de asumir muchísimas de las gilipolleces que un dia tras otro veo en la prensa escrita.
La ultima viene reflejada por una encuesta (como no) según la cual el 38% de los españoles estarían dispuestos a prescindir del sexo durante un año si la consecuencia de dicho “sacrificio” fuese hablar inglés. No me digan que no tiene miga la relación entre ambas cuestiones.
Lo que no dice la encuesta es si los momentos de no-sexo deberían corresponderse con momentos de estudio del idioma. O si –y es lo que me imagino- los encuestados se referían a que, después de un año sin probar el sexo, uno se despertaría hablando la lengua de Shakespeare. De no ser así, deberían realizar dos esfuerzos: uno de voluntad flagelada para evitar la tentación y el otro de voluntad de aprendizaje. Y está claro que los encuestados no estaban dispuestos a tanto.
La encuesta tampoco dice donde habría que apuntarse para conseguir ambas cosas. Para la primera de ellas está claro el lugar: isla desierta de muy poca extensión donde estuviera uno solo, porque de estar acompañado –de lo que fuese- la tentación estaría presente. Y en la isa suficiente material para el curso de idiomas por correspondencia, cuidando que dicho material no tuviese, ni por activa ni por pasiva, texto o imagen que pudiese provocar el abandono de la castidad.
Indudablemente una ocurrencia o una gilipollez permite seguir hasta el infinito, elaborando otra y otra, aunque no lleguemos a ninguna parte. Y este es el caso. Unido, eso sí, a la incomprensible necesidad  que tienen algunos periodistas de decir algo, aunque no aporte absolutamente nada.