viernes, 31 de octubre de 2014

Los justicieros


En los últimos tiempos llama poderosamente la atención el nivel de credibilidad que los medios de comunicación están adquiriendo en la ciudadanía. Hasta el punto de que la gente repite las palabras, los epítetos y las retahílas que aquellos recogen.

Aparecen como los nuevos justicieros porque, aunque al final resulte mentira todo lo que han tirado sobre determinadas personas, el hedor y la visión que han creado, queda para siempre. Y además a ellos les sale gratis por alegar libertad de información, secreto profesional y en el peor de los casos, reproducirán una sentencia condenatoria  y pagarán una multa o indemnización que, por muy elevada que sea, tienen ya prevista mediante seguros o fondos preparados.
En general son tan capaces de crear opinión y lo hacen a tal velocidad, que consiguen que unas noticias pisen a las otras, de manera que uno olvida las de la semana anterior para hacer sitio en las de la semana presente. Ya no son los que expresan la opinión pública o publicada. Crean opinión. Y además han conseguido que los demás califiquen a quienes les leen como fachas o progres. Uno que ya es mayor, echa mucho de menos aquellos periódicos de los ochenta, variados, serios, rigurosos.
Cuando alguien se les enfrenta por el tratamiento de algunas noticias, se defienden diciendo que ese alguien quiere matar al mensajero, sin reconocer nunca que ellos crean y/o manipulan el mensaje en muchas ocasiones.
Pero esta apreciación mía seguro que no es muy compartida. En todo caso la entenderá solamente aquel o aquellos que lean TODO lo que cae en sus manos, aunque es cierto que la mayoría, únicamente lee el periódico al cual sigue fanáticamente convirtiéndose en objeto manipulable con mucha facilidad.
Saben que nadie tiene tiempo ni medios para hacer seguimiento de sus noticias, aún entendiendo que el uso de internet puede favorecer el seguimiento. Pero ellos se encargan de que el acceso a noticias enfocadas mal en un determinado momento, desaparezcan de la nube.
Curiosamente, cuando alguien es llevado ante los tribunales por haber insultado, injuriado o levantado falso testimonio, suele ser suficiente con alegar que lo leyó en tal o cual periódico y que lo único que hizo fue reproducirlo. Con ese alegato queda exento de responsabilidad y a casita. La cosa no pasaría del acto de conciliación. Y ello aunque la mancha y el olor quedasen ya definitivamente porque se volverá sobre ello en muchas ocasiones.
Que el lector no entienda que no estoy asqueado por la insoportable corrupción del país.  Simplemente pretendo apartar la paja del trigo, porque muchos medios, al albur de la epidemia que tenemos, lejos de intentar aclarar o informar sobre los temas, añaden otros y otras personas, sin ningún tipo de rigor.
Siempre cuento una experiencia personal que hizo que un partido “muy ético”, introdujese mi nombre en una anormalidad administrativa de un político, presentándome como colaborador por mi condición de funcionario próximo al político. La realidad demostraba que, yo no estaba en el puesto de funcionario desde cinco años antes, por ello era imposible mi participación en los supuestos hechos. El periodista (¿) que había dado la noticia, era conocido mío y sabía que estaba mintiendo. Alegó que la noticia se la habían pasado de un partido político. La noticia (¿) apareció en primera página de un periódico regional que hoy no existe. A través de abogado solicité la corrección al partido origen de la noticia, cosa que hicieron por escrito de manera inmediata y tengo la carta en mi poder. Sin embargo en el periódico en cuestión, nunca apareció el desmentido.
Precisamente la experiencia anterior hace que desconfíe en general de casi todas las noticias que aparecen en prensa. En muchos casos, noticias “bomba”, desaparecieron como azucarillos sin que la prensa pidiese perdón (cosa que ellos exigen permanentemente a los demás), y en otras, el final se parece poco al principio quedando por el camino multitud de efectos secundarios de gente que pasaba por allí o que, en algún caso reciente, simplemente se llamaba como uno de los procesados.