miércoles, 21 de agosto de 2013

Tertulias


Es posible que me esté haciendo (o ya lo sea) viejo, porque muchas de las cosas que se presentan como enriquecedoras y nuevas, me parece que realmente no solamente no aportan nada, sino que contribuyen a desprestigiar algo existente.

De un tiempo a esta parte abundan las tertulias en la radio y la tele. Ya le dan el nombre de tertulias para que la gente no se extrañe de lo que se dice y como se dice, como si las tertulias reales,  no fuesen habitualmente de fiar.

En las tertulias espontáneas, las que se producían en las noches de verano frente a las casas, o mas recientemente en distintos lugares (incluso bares), solian tocarse temas de manera desenfadada pero cuando el pesado de turno intentaba ocurrentemente hacerse dueño de la misma, o se finiquitaba la tertulia o se echaba al espabilado. Sin embargo cuando alguien aportaba algo enriqueciendo el tema, centrándolo y poniendo en el aire conocimientos nuevos, argumentos serios, ocurria lo contrario: se iba incorporando gente a la tertulia.

Pues bien, en las actuales tertulias de las ondas es muy extraño que aparezca alguien docto, preparado, que sepa de lo que se está hablando y además aporte algo nuevo. Porque habitualmente, o porque los tertulianos son siempre los mismos, o porque se puede prever lo que van a decir y porque en muchos casos utilizan palabras huecas porque no tienen nada que aportar, las tertulias se hacen infumables. Algunas intentan enriquecerse para no perder “asistentes”,  llevando a tertulianos muy distintos y que se enfrentan en todo (incluso en la hora), pero nunca aportan argumentos o datos ciertos sobre el tema y si lo hacen, en muchos casos se los inventan con coletillas como “recientemente un estudio…” o “acabo de leer que…”.

Es como si fueses a ver un partido y tu consciencia –adormilada-, viese jugadas no existentes, faltas inventadas o goles anulados falsos. A una persona normal le interesa el espectáculo deportivo. Al engullidor de tertulias inevitables solo le interesa el resultado. Aquí nos han llevado: a ser del PP o del PSOE, a ser del Barsa o del Madrid, a ser azul o rojo, a ser fanático de un lado o fanático del otro. Y lo están consiguiendo.

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