jueves, 19 de enero de 2012

La memoria


Sigo pensando que la idea que algunos defienden, de un contubernio universal dirigido hacia el dominio de una miniclase, no es más que un guión de película.

Y ello pese a que pueden localizarse algunas situaciones de estrategia que han podido llevar a pensar en la certeza del contubernio mencionado.

Por los años, a uno le han tocado varios sistemas educativos. Unos como ente pasivo y otros como ente activo. De todos ellos hubo uno ilusionante (1970) y otro que parecía serlo (1990). Otros varios se truncaron y no les permitieron desarrollarse.

El marcado por la famosísima Logse (1990) ha sido, a mi juicio, el más determinante para los tiempos que vivimos. Nos cogió inicialmente en un momento de desarrollo democrático, altamente ilusionante, porque fuera de él se veían muchas cosas nuevas, otras se notaban y algunas más de intuían.

Entre los principios que aguantaban aquel sistema que nacía, estaba el de evitar una enseñanza “memorística”. La memoria dejaba de ser una cualidad que se desarrollaba con el trabajo (igual que otras cualidades). Se nos decía que era absurdo memorizar hechos, fechas, datos… Sencillamente porque iban a  estar muy a mano cuando los necesitásemos. Para ello únicamente habría que desarrollar cualidades que nos enseñasen a buscar. Prácticamente todo el mundo estaba de acuerdo y siempre se repetía el mismo absurdo: ¿para que me ha servido a mi conocer la lista de los Reyes Godos?. Como si educación y utilidad fuesen la misma cosa.  Lógicamente cuando la gente tiende al descanso y al hedonismo, es fácil tirar de parábola torticera (que luego repetirá todo el mundo). Y así se comenzaron a imponer determinados instrumentos de aprendizaje y los docentes no parábamos de investigar, crear, copiar, etc. Conseguimos que la capacidad al final se quedase en “apreciación” y ésta se hacia en base a un concepto difícilmente medible como la madurez.  Incluso se habló durante algún tiempo de que desaparecerían los libros de texto. Se trataba de elaborar multitud de instrumentos que facilitaran el trabajo de los alumnos. Y ello aunque al final el resultado fuese el que ahora tenemos. Las fichas famosas, de colores, sencillas, los crucigramas, las sopas de letras… Todos instrumentos que hacían muy fácil el razonamiento inmediato. No necesitaban apenas acudir a la retención de datos en la memoria para ejercer la inteligencia, cuando sabemos que ésta es la capacidad de ordenar y utilidad los datos de aquella.

Así (aunque habría mucho más que señalar), llegamos, ayudados incluso por las nuevas tecnologías, a oxidar totalmente esa facultad invisible que a los humanos nos permite además, razonar.

Pero la memoria nuestra que ha desaparecido (casi), ha pasado a manos de otros. No recordamos ya, ni nuestro numero de teléfono. Decimos que no hace falta porque, además de no llamarnos a nosotros mismos, si  nos lo piden lo tenemos en la memoria… del teléfono.

Como consecuencia, hay algunos que manipulan la memoria para clasificar a determinadas personas; para señalar que lo que para unos es virtud, para otros es pecado; para contarnos como han sido algunas cosas y los que las hemos vivido sepamos que no fue así. Claro, utilizan la memoria que otros han conservado a su antojo y repiten hasta la saciedad cosas que son mentira.

Es la consecuencia de habernos dejado arrancar la memoria. La que era fundamental para el estudio y la formación personal. Incluso cuando había sido manipulada porque entonces eran pocos –y con pocos medios-los manipuladores. Ahora, desmemoriados, somos capaces de aceptar cualquier versión que nos comenten que sea “políticamente correcta”.

Intuyo que estamos en los inicios de un declive que, si no se detiene, nos llevará al caos. Para luego volver a empezar.

Reflejo de todo lo anterior es la cantidad de escritos y artículos que ahora critican los ajustes económicos y que no recuerdan –no tienen ni siquiera la memoria reciente- cómo hemos llegado a estos lodos. Está claro, entonces, que el sistema educativo ha funcionado. Aquello de “los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo” ya no vale. Porque parece que todos hemos olvidado el pasado y por tanto… volveremos a repetirlo.

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