jueves, 10 de abril de 2008

Una hora en clase de la ESO

Era un dia lluvioso como casi todos, pese al cambio climático. Despues del sonido angelical del timbre de entrada, el profesor accede al aula y echa un vistazo general. Hay cinco alumnos. Los demás están por el exterior del aula, haciendo senderismo, visitando a sus amigos/amigas, visitando el chigre, y alguno desaguando. Van entrando sin prisa en el aula, uno a uno, mientras los compañeros que estaban dentro, sentados en las mesas y con los pies en las sillas, continuan con la perorata hablando de no sé qué le hizo no sé quien a no sé cual, que le rompió la nariz el dia anterior en el recreo.
De repente accede Angel. Viene en tromba como habitualmente y se estrella contra una mesa que está a dos metros de la puerta al no poder frenar a tiempo debido a su torpeza, y a que lleva la mochila a la altura del culo con un sobrepeso que añade a su natural preobesidad. Por supuesto, los demás rien a carcajada -algunos sin ganas-, intentando que su risa se situe en volumen sobre las demás. Angel se levanta y -tambien riendo- se dirige a su silla, al lado de la cual, Emilio está sentado. Antes de sentarse Angel, le da un codazo en los riñones (debe ser para que sepa que ha llegado) que deja a Emilio casi sin respiración y ha estado a punto de romperle una costilla.
En ese momento Cristian -el maloliente como dicen sus compañeros- entra por la puerta con gesto como si no fuera con él lo que alli pasaba, y haciéndose sitio por entre las sillas -debidamente desordenadas- al tiempo que componia una sinfonía de ruidos, llega hasta su asiento y lo ocupa mirando al pasillo para, cuando pase Fernando, aprovechar para meterle la zancadilla, lo cual hace en ese mismo momento, dando Fernando un traspiés que le evita ir de narices contra el encerado. Fernando se acuerda de la progenitora de Alejandro pero como es más pequeño, no pasa de ahí la cosa. Fernando, haciendo notar que ha llegado, va saludando a diestro y siniestro a todos los compañeros -a las compañeras ni las mira- hasta que se sienta en su lugar, de manera suave, para evitar que Ivan despierte. Porque Ivan habia estado viendo la tele hasta altas horas de la madrugada (tiene tele, ordenata, mp3, mp4, etc...) en su habitación y habitualmente suspende 9 porque no tiene más asignaturas. En consecuencia, Ivan debe descansar, y mientras no ronque y sea tan grande, cualquiera le tose.
Al fondo de la clase, Ainhoa y Vanesa, cuentan cosas medio inventadas, procedentes de los programas del corazón y las revistas juveniles, pero adaptadas a sus vivencias, utilizando de manera correcta la teoría constructivista. El profe, va pidiendo que se callen y se sienten, pero, salvo Maria, parece que nadie le escucha y cada uno continúa a lo suyo.
En ese momento entra Luis -que siempre llega tarde pero según la normativa, hay que dejarle entrar- y dice no sé qué de que estuvo con el Jefe de Estudios y bla, bla, bla... Siempre cuenta lo mismo y es mentira, pero como la madre es inaguantable, los profesores prefieren aguantar estas conductas del hijo a tener que aguantar las de la madre. Por supuesto con vozarrón para que se le oiga dice: ¡Lo que os habéis perdido: Luis y Cristina se han dado!. Parece que quiere contar alguna pelea. Rapidamente le dice Fernando, ¡Cuenta, cuenta!, y todos se levantan y rodean a Javier para escuchar el sermón. En ese momento, el profesor da un golpe en la mesa y dice: ¡Cada uno a su sitio. Vamos a empezar la clase!. Con mucha parsimonia y algunos comentarios que no pueden transcribirse, van sentandose en sus lugares de clase. Han pasado 25 minutos desde que tocó el timbre. En ese momento Luis se levanta y pregunta: Profe ¿puedo ir al baño?. El profesor comienza de manera muy rápida a procesar la información que tiene: Le han dicho que como son pequeños hay que dejarles ir al baño porque pueden micionar en clase sin querer; sabe que Luis acaba de llegar y en el tiempo que ha perdido podía haber ido al baño; intuye que, inmediatamente despues, Fernando va a pedir lo mismo para acabar de escuchar el sermón; le consta que, salvo a María, lo que pueda explicar en clase, les trae al pairo a los alumnos porque todos van a pasar de curso al ser repetidores. A estos argumentos une otros de su historia docente, y decide: ¡Vaya a donde quiera!.
A continuación llama a María a su mesa, la sienta a su lado y empieza a darle la clase a ella para evitar que se una a la mayoría democrática. En un pispas, sonará de nuevo el timbre para el cambio de clase y se repetirá la escena. En este caso lo único que cambiará será el profesor.

No hay comentarios: