Soy consciente de que el tema de hoy no será original; ni
siquiera su enfoque. Sin embargo ese valor es el que me ha obligado,
prácticamente, a tocarlo, más como necesidad personal que como ejemplo.
Durante los últimos días, además de asistir a coloquios, y
debates relacionados con nuestra selección de futbol, unos más afortunados que
otros, hemos asistido a una línea de noticias que al final se ha agotado
–cuando menos en su momento más efervescente-. La “roja” ha dado de comer a
infinidad de opinólogos, muchos hosteleros, bastantes políticos… durante cerca
de 30 dias. Todo valía. Tirar de estadística donde se demostraba que la
selección no ganaba a… desde tiempos de Cascorro; donde se decía que los
nuestros nunca habían marcado un gol en el minuto 33; donde se señalaba que
estadísticamente, nunca, jugando de amarillo habíamos empatado con…; donde
alguien recordaba que desde los tiempos de Zarra no llovía en el momento en que
un jugador daba un pase para que otro marcase con el hombro… En ocasiones se
tiraba de hemeroteca, en otras de estadística (esa ciencia que vale para todo)
en otras simplemente se inventaba una situación para abrir una línea
argumental, o se utilizaba un lapsus para criticar profesionalmente a alguien…
Solamente algunos dedicaron su tiempo a analizar un hecho muy diferencial de otras
selecciones: había un equipo.
Y no me refiero a una de las clasificaciones de los
deportes. Hablo de equipo en sentido amplio: de conjunto de hombres con un
objetivo común que, para no permitir desviación en el mismo,
conjuran sus comportamientos pegándolos a sus cometidos.
Y conste que eso es muy difícil de mantener cuando, como
aves carroñeras, los medios de comunicación buscan, inventan o provocan,
situaciones que serían noticia si se produjeran y que darían para seguir
“chupando del tetu” otros 30 dias. Esta vez no lo han conseguido, como tampoco lo consiguieron hace dos y cuatro
años. Sencillamente porque eran un equipo y se cuidaron de no entrar en las
caleyas que les inventaban con el fin de salpicarles de barro.
Aún siendo un sentimiento muy personal, las referencias y
presentaciones microfónicas de Pepe Reina, han sido para mí de un gran alivio.
Porque he visto que todas son ciertas. Incluso aquellas más íntimas que soltó
sobre algún compañero. Se destaca el carácter de showman pero a casi nadie se
le ocurre señalar que Reina se dedicó a desnudar limpiamente un equipo. Las
lisonjas son fáciles e incluso algunos no se ponen colorados al emitirlas. Pero
no es el caso por muy escarmentados que estémos sobre la utilización torticera
del lenguaje por parte de los políticos, y la elevación de la mentira a
categoría AAA como diría alguna agencia de esas.
Es imprescindible que alguien haga de coraza del equipo para
que le lleguen la menor parte de imbecilidades. Esa coraza la suele poner el
mister con sus hombres. A buen seguro que hay muchos anónimos entre ellos que de una manera extremadamente elegante, en
ocasiones, despejan cuestiones absurdas planteadas por los medios de
comunicación o temas provocadores y falsos que podrían hacer mella en la
cohesión del grupo.
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