Todos estamos de acuerdo en que la gran mayoría de los
ciudadanos estamos cabreados. En general se dice que “por la situación del país”,
pero si bajamos al individuo veremos que
un alto porcentaje de cabreo no es coincidente.
A la vista de las manifestaciones representantes del “cabreo
nacional” del pasado dia 19, nos encontrábamos con:
Ciudadano 1, funcionario, cabreado fundamentalmente porque
desde hace cuatro años vienen sacándole la sangre de su nómina, con un chupon
especial estas Navidades y, además, con la campaña que desde aquel “vuelva
usted mañana”, está un dia si y otro también en los medios de comunicación
desprestigiando una función que no solamente es necesaria, sino que posiblemente
sea la más solidaria de todas.
Ciudadano 2, pensionista, preocupado por los tirones que le
han venido dando en los últimos años y por lo que pueda pasar mañana cuando,
según le dicen, los que trabajan no podrán mantener a todos porque serán la
mitad.
Ciudadano 3, trabajador por cuenta ajena, al que no le han
quitado la paga de Navidad pero tiene un temor indomable a lo que pueda pasar
con su empresa. Además como padre de familia con niños en el cole, le preocupa
tener que gastar más en libros y material.
Ciudadano 4, autónomo, al que le afecta básicamente el
enfriamiento de la economía y el hecho de que el IVA encarecerá sus trabajos y
los clientes no sabran que ese impuesto no es para él. ¿Cómo no va a ser para
él si es él quien se lo cobra?
Ciudadano 5, joven con una vida –hasta el momento- cómoda,
en casa hasta los 30 años (por culpa del Estado), con carrera universitaria, en
paro, pero con coche, dinero para el ocio y aguantando del sueldo de papa y la
pension del abuelo.
Ciudadano 6, adolescente, al que han ido enseñando que lo
del estado de Bienestar era lo mismo que el comunismo (todo lo arregla el
estado y además es gratis), pero con partidos políticos y elecciones libres. Todavía
no se ha convencido de que lo de los partidos y las elecciones realmente no
tiene importancia.
Ciudadano 6, trabajador liberal al que afecta teóricamente menos
la crisis porque tiene tal cantidad de itinerarios para escaquear los ingresos
que, aunque le cierren alguno, sabe que siempre habrá escape porque los que
deciden necesitan –en su propio beneficio- esas salidas.
Ciudadano 7, aquel que tiene pequeños depósitos en los
bancos y manifiesta su cabreo porque el Estado (otra vez), los haya
nacionalizado para evitar –entre otras cosas- que sus depósitos y los del
Estado se vayan a la m… Aboga por hacer lo mismo que intentaron en Islandia:
que los depósitos que os extranjeros tenían en sus bancos, los devolviera el “sursum
corda”, no ellos.
Ciudadano 8, sindicalista liberado, al cual le hacen la
puñeta si tiene que volver al tajo y a su compañera la despiden del sindicato
al quedar éste sin subvenciones públicas.
Segurísimo que habría más ciudadanos, y dentro de los
nombrados multitud de matices. Pero también es seguro que algunos no apoyan las
reivindicaciones de los otros. Y sin embargo van todos juntos. Y lo que es
peor, detrás de aquellos pancartistas que han tenido mucho que ver en el
incendio que nos consume y que ahora se presentan como bomberos.
Así surgen improperios por encima de opiniones. El más
utilizado es el de “hijo de puta”. Está en todos los foros de internet. Es
posible que con él se quiera manifestar una impresionante situación de indefensión
ante lo que ocurre. Pero también es cierto que ese tipo de expresiones, al
margen de su valor catártico, calientan en exceso y a alguno le hacen perder
los límites y en muchas ocasiones la memoria.
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