martes, 13 de marzo de 2012

Deficit fiscal


Está claro –al menos para mi- que la herencia negativa de los gobiernos de ZP va a condicionar la vida de este país en los próximos cuarenta años.
Dia a dia se conocen los excesos económicos pero esos vienen a tapar los excesos políticos. Pronto volverá a hablarse –ya se habla- del déficit fiscal de algunas comunidades autónomas. Sobre todo de Cataluña. De la diferencia entre lo que ingresa –al parecer- a las arcas del Estado y lo que recibe de éstas. Al parecer son miles de millones de euros.

Curiosamente no se habla del déficit fiscal de Extremadura, Andalucía, Asturias… porque en este caso habría que hablar (utilizando el lenguaje torticero) de superávit fiscal. El concepto ha calado y es una bomba de relojería que el señor ZP concedió al tripartito por necesidades propias políticas, y recogió en un Estatuto Catalán. Si el Estado de las Autonomías está haciendo aguas por muchos lugares, el déficit fiscal acabará siendo todo un misil en la línea de flotación del Estado.

Cuando a alguien se le ocurre trocear un todo conseguido después de muchos siglos, y otorgar derechos a territorios que han llegado a lo que son después de también siglos y en base a dar bocados a otros territorios, se arriesga a estas tormentas. Lo malo es que en el fondo a él le da igual. Cuando estalle el misil él, o estará lejos, o no estará.

Cuando un criterio ilógico empieza a aplicarse, todo el mundo tiene derecho a que se le haga lo mismo. Si Cataluña se queja de lo que aporta y lo poco que recibe, por qué no se va a quejar una ciudad (Barcelona por ejemplo), un Barrio (Moncloa por ejemplo), una manzana de viviendas (La gran Manzana, por ejemplo)… Entraríamos en una espiral sin final. Y eso sin hablar de aquello que tanto llena la boca de algunos (seguidores de ZP): la solidaridad. ¿Cómo se va a hacer posible congeniar solidaridad con reconocimiento de déficit fiscal?

Sigo abundando en que desde hace bastantes años, en este país tenemos profesionales de la política y no hombres de Estado. La diferencia está en la capacidad de crear y no en la de gestionar. Se han abandonado los principios para bajar al reparto. Cada uno debería analizar los elementos que se deben incluir en las balanzas fiscales aunque sería suficiente hacer el reparto en base a los derechos de los ciudadanos, no de los territorios y, en el reparto un elemento básico debería hacer que una parte del dividendo fuesen los ciudadanos y no admitir como única parte el territorio.

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