Está claro –al menos para mi- que
la herencia negativa de los gobiernos de ZP va a condicionar la vida de este
país en los próximos cuarenta años.
Dia a dia se conocen los excesos
económicos pero esos vienen a tapar los excesos políticos. Pronto volverá a
hablarse –ya se habla- del déficit fiscal de algunas comunidades autónomas.
Sobre todo de Cataluña. De la diferencia entre lo que ingresa –al parecer- a
las arcas del Estado y lo que recibe de éstas. Al parecer son miles de millones
de euros.
Curiosamente no se habla del
déficit fiscal de Extremadura, Andalucía, Asturias… porque en este caso habría
que hablar (utilizando el lenguaje torticero) de superávit fiscal. El concepto
ha calado y es una bomba de relojería que el señor ZP concedió al tripartito
por necesidades propias políticas, y recogió en un Estatuto Catalán. Si el
Estado de las Autonomías está haciendo aguas por muchos lugares, el déficit
fiscal acabará siendo todo un misil en la línea de flotación del Estado.
Cuando a alguien se le ocurre
trocear un todo conseguido después de muchos siglos, y otorgar derechos a
territorios que han llegado a lo que son después de también siglos y en base a
dar bocados a otros territorios, se arriesga a estas tormentas. Lo malo es que
en el fondo a él le da igual. Cuando estalle el misil él, o estará lejos, o no
estará.
Cuando un criterio ilógico
empieza a aplicarse, todo el mundo tiene derecho a que se le haga lo mismo. Si
Cataluña se queja de lo que aporta y lo poco que recibe, por qué no se va a
quejar una ciudad (Barcelona por ejemplo), un Barrio (Moncloa por ejemplo), una
manzana de viviendas (La gran Manzana, por ejemplo)… Entraríamos en una espiral
sin final. Y eso sin hablar de aquello que tanto llena la boca de algunos
(seguidores de ZP): la solidaridad. ¿Cómo se va a hacer posible congeniar solidaridad
con reconocimiento de déficit fiscal?
Sigo abundando en que desde hace
bastantes años, en este país tenemos profesionales de la política y no hombres
de Estado. La diferencia está en la capacidad de crear y no en la de gestionar.
Se han abandonado los principios para bajar al reparto. Cada uno debería
analizar los elementos que se deben incluir en las balanzas fiscales aunque
sería suficiente hacer el reparto en base a los derechos de los ciudadanos, no
de los territorios y, en el reparto un elemento básico debería hacer que una
parte del dividendo fuesen los ciudadanos y no admitir como única parte el
territorio.
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