martes, 22 de marzo de 2011

Camiseta y bota

Mantengo desde hace tiempo que, dentro de la mediocridad general de nuestros medios de comunicación impresos, la prensa deportiva ocupa uno de los últimos lugares en cuanto a calidad, literatura, etc. Y ello precisamente hace que sea la más vendida. Lo cual da idea de la calidad de nuestra sociedad…


Leo en un medio deportivo catalán, que Iniesta va a colocar la camiseta con la que ganó el Mundial y la bota con la que marcó el gol, presidiendo su nueva casa. Inmediatamente me viene al sentido común qué hubiera ocurrido si el gol lo hubiera marcado con la cabeza y no con el pié.

Cierto que, seguramente muchos aficionados al fútbol están interesados en esa noticia, al igual que los otros aficionados-as a otras cosas, son fans de Belen Esteban, a la cual cuatro vividores de la ñoñez social, han bautizado como Princesa del Pueblo.

Aquellos -los medios deportivos- a menudo ayudan a las neuronas de algunos de sus lectores diciendo que tal equipo está en zona de descenso, aún sabiendo que faltan muchos meses para que se acabe la liga. Les cuentan que si uno de los equipos que han empatado hubiera marcado un gol más, hubiera ganado, y que si hubiera sumado 3 puntos a los 2 que tiene, tendría 5. El nivel de excelencia formativo y cultural con el que el medio trata a su lector, es digno de una guardería (recordando que normalmente los que van a la guardería no saben leer). Y venden, y venden.

Y en las tertulias vespertinas de miembros y miembras del chismorreo, el invento y el teatro social, también podemos apreciar tanto el nivel de los tertulianos como el de los escuchantes, dando todos ellos una altura a la conversación, digna de árboles tipo bonsays.

Pero todo ello no sería importante, si no apreciásemos que, poco a poco, la idiotez se va introduciendo en amplias capas sociales y utilizan las mismas expresiones. Incluso, en su nivel, el invento ha llegado al gobierno y a su presidente. Ambos son capaces de decir las mayores sandeces e idioteces, sin ponerse colorados. Estén donde estén. Porque si están ante un público similar a los lectores de prensa deportiva o escuchantes de programas del corazón, bien está. Pero si están en algunos lugares donde todavía la gente es seria, el auditorio crítico y preparado, ya me dirán. Normalmente no diferencian.

Pero es igual. Lo que se ha llamado “el país de las maravillas” ha hecho el viaje de ida y vuelta: desde las cloacas sociales, hasta los dirigentes. Y se ha mezclado tanto que uno no sabe en ocasiones quien es más ignorante, si el hablante, o el escuchante.

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