Mortadelo
El ocurrente Ministro del Interior, a tenor de la historia por capítulos del espionaje (vigilancia, observación, videncia, etc) que viene relatando últimamente un diario de tirada nacional (y de ligero mantenimiento estatal), se ha mejorado a si mismo indicando que la historia le parece un capítulo de los excelentes Mortadelo y Filemón.
Esta claro, por su trayectoria, que él debe saber mucho de esto. Su largo periplo político, de chico para todo, unido a su indudable capacidad dialéctica, útil para dar de manera constante titulares a los medios, y también su capacidad intelectual y didáctica, le hacen un excelente pastel para los medios de comunicación porque da mucho juego (quizás por sus antecedentes atléticos), aunque –a mi modo de entender- su gestión tiene claroscuros y, en algún caso, claroscuros dramáticos.
Y digo que debe saber mucho del tema (espionajes), porque no es casi necesario acudir a las hemerotecas para saber que estas historias ocurren normalmente con el socialismo en el poder. Son especialistas en lograr que aparezcan, aunque también lo son en que al final, como casi todo lo ocurrente, se vayan diluyendo y desaparecen sin que nadie se dé cuenta, aunque meses después pregunten ¿Qué pasó con aquello?.
Conde de Godó, el Rey, Pizarro, etc, etc. ¿recuerdan?. Seguro que no, porque las noticias, tanto las reales como las inventadas, pasan a una rapidez endiablada y se pisan unas a otras. Uno no sabe si la estrategia es pensada, o simplemente sale así, aunque los datos apuntan a la primera hipótesis.
Y tengo que confesar que no me entero de la trama. Asumo que soy muy corto y que si me la pusieran en película, posiblemente entendiese un poco más. A ver si se animan. Pero que lo hagan antes de que la historia caiga en el olvido porque venga otra tan o igual de truculenta. Confieso –en plan laico, eso sí- que me he tragado casi todo lo publicado y no solo no me he enterado de nada, sino que he observado que un sesenta por ciento se repetía. Entonces me he dado cuenta de que había más como yo… a los que tenían que hacerles una especie de rememorandum cada día para no perder el hilo.
Me llama la atención, por ejemplo, que digan que robaron un ordenador de tal persona y que esa persona diga que no es cierto, y al dia siguiente vuelven a robárselo; o que alguien entre a cenar en un restaurante y salga a las dos horas (imagino que cenado) y se vaya a su casa; o que alguien llegue a trabajar a las 8 de la mañana y salga del trabajo a las 14:30… O que haya alguien con la cabeza despoblada, la cintura oronda y además sea bajito. Por cierto que éste puedo ser yo y mira que si lo soy… Cierto que en este mundo de la política y la información, con los personajes que hay, todo es posible.
Pero lo que más retranca tiene es que, pese a lo absurdo, sigamos comprando el periódico cuando seguro que tendría más interés, tirar por un texto de Edgar Allan Poe o por la sugerencia del Ministro. Al menos en ambos casos sabes que lees ficción. No hace falta que te esfuerces en aceptarlo.
Pues ¡hala!, a inventar que son dos días, y a los periodistas les está permitido.
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