Alguien dijo que, cuando un hombre pierda la capacidad de
sorprenderse, lo habrá perdido todo. Pues bien, yo todavía sigo en la línea de
sorprenderme, pero no sé bien si mantengo esa capacidad por mi condición humana
o porque soy incapaz de asumir muchísimas de las gilipolleces que un dia tras
otro veo en la prensa escrita.
La ultima viene reflejada por una encuesta (como no) según
la cual el 38% de los españoles estarían dispuestos a prescindir del sexo
durante un año si la consecuencia de dicho “sacrificio” fuese hablar inglés. No
me digan que no tiene miga la relación entre ambas cuestiones.
Lo que no dice la encuesta es si los momentos de no-sexo
deberían corresponderse con momentos de estudio del idioma. O si –y es lo que
me imagino- los encuestados se referían a que, después de un año sin probar el
sexo, uno se despertaría hablando la lengua de Shakespeare. De no ser así,
deberían realizar dos esfuerzos: uno de voluntad flagelada para evitar la
tentación y el otro de voluntad de aprendizaje. Y está claro que los
encuestados no estaban dispuestos a tanto.
La encuesta tampoco dice donde habría que apuntarse para
conseguir ambas cosas. Para la primera de ellas está claro el lugar: isla desierta
de muy poca extensión donde estuviera uno solo, porque de estar acompañado –de
lo que fuese- la tentación estaría presente. Y en la isa suficiente material
para el curso de idiomas por correspondencia, cuidando que dicho material no
tuviese, ni por activa ni por pasiva, texto o imagen que pudiese provocar el
abandono de la castidad.
Indudablemente una ocurrencia o una gilipollez permite
seguir hasta el infinito, elaborando otra y otra, aunque no lleguemos a ninguna
parte. Y este es el caso. Unido, eso sí, a la incomprensible necesidad que tienen algunos periodistas de decir algo,
aunque no aporte absolutamente nada.