Los últimos siete años de la política han llegado a crear un tipo de lenguaje muy elemental. Como queriendo ser algo así como parabólico, porque entendían que la sociedad española no era muy “culta”. Las expresiones absurdas (ellos dirán que igualitarias, no sexistas, etc) de ciudadanos-ciudadanas (recordamos lo de vascos y vascas), creo –mejor, espero- pasarán a mejor vida. Al menos eso he observado en los discursos de Rajoy.
Tambien las expresiones coloquiales han sido manipuladas en muchas ocasiones. Recordamos la de “arrimar el hombro”, “altura de miras”, etc. expresiones que pueden significar una cosa y su contraria algo por otro lado, muy propio de la clase política.
Y era curioso recordar cómo los que habían provocado una gran parte del naufragio económico, pedían arrimar el hombro cuando estamos todos en el agua y quizás lo más humano sea el sálvese quien pueda. Porque uno puede arrimar el hombro a otro para despeñarlo, para sujetarlo, para empujarlo, para engañarlo. En el fondo el lenguaje es confuso en muchas ocasiones y sirve para un roto y un descosido. Y si se usa mal, peor.
La cuestión no es arrimar el hombro o no hacerlo. La cuestión empieza a ser más compleja. ¿me creo lo que me dice y la promesa que me hace?¿me creo que el sacrificio que me pide, van a hacerlo los demás, y él mismo?¿me creo que también él está apurado, o tiene un apuro distinto al mio que consiste en llegar a fin de mes?. En el fondo, cuestión de credibilidad, palabra tabú que nuestros políticos (al menos los salientes), han dejado altamente embadurnada.
En todo caso “arrimar el hombro” debiera ser recíproco. No solamente uno lo arrima. Y por eso en Asturias vemos como los que en otros lugares piden arrimar el hombro, aquí lo hacen pero para despeñar, tumbar, echar al otro, incordiar… Y si no, díganme cómo arriman el hombro los parlamentarios asturianos de la oposición. Se lo arriman entre ellos para empujar el caballo de Troya y dificultar la posibilidad de otra forma de gobernar y de otros gobernantes, a la vista de las herencias dejadas por los que se “arriman” entre sí y si no lo impedimos, seguirán arrimándose, porque después de tanto tiempo en una suite nupcial, cuesta un poco dormir en habitación normal. Incluso sabiendo que hay algunos que duermen al raso.